Volker Beck y Crystal Meth
Ningún consumidor de metanfetamina comienza con esta droga. Está al final de una larga escalera. Lo precedió un largo período de intentos con drogas eufóricas, narcóticas o estimulantes del impulso. Todo consumidor de drogas sabe en lo que se está metiendo. La sustancia no hace dependiente a nadie, todo el mundo se vuelve dependiente de ella. ¿La prohibición del consumo y comercio de estas sustancias es una restricción a la soberanía? Si eso es. Pero la sociedad tiene derecho a hacerlo. Porque toda acción con él, la compra o puesta en circulación es un acto social que, como cualquier otra actividad socialmente relevante, está sujeto a reglas morales y legales. Nadie que beba hasta morir en su pequeña habitación o prepare una bebida embriagadora o inhale sustancias legales debe temer la interferencia de los órganos estatales. El intento de suicidio tampoco se castiga. Pero todo contacto con otras personas está sujeto a reglas y debe estarlo. ¿Y por qué un adicto se esfuerza por estar en público y no se detiene en el consumo silencioso, privado y secreto? Porque es parte de la esencia de la adicción tener dos almas en el pecho. Por un lado, se busca el reconocimiento de la ciudadanía política, del empleador o de la familia; por otro, se percibe el servicio prestado como inadecuado, estresante y como una limitación de la personalidad. Algunas partes de la personalidad se marchitan, se suprimen. Psicoanalíticamente no hay diferencia entre Uli Höneß y Volker Beck. En este contexto, de poco sirve hacer referencia al estrés del desempeño en nuestra sociedad, porque crear una sociedad que no cause estrés llevará algún tiempo.